Cuento de Hadas. Capítulo I: Respuesta.
Capítulo I: Respuesta
Erase una vez que se era, en un reino muy muy lejano… ¿Sabes dónde está Lugo?, pues este reino estaba lejos de Lugo, así que imagínate lo lejos que estaba el reino este. En su castillo vivía un príncipe, en los cuentos de hadas normalmente estas personas son altas atractivas y de buen corazón; este no es un cuento de hadas normal. El Príncipe, protagonista de nuestra historia, era bajito, feo y egoísta; en lugar de preocuparse por los acontecimientos que sucedían a sus lacayos, se pasaba las horas meditando sobre El Sentido de la Vida y el secreto de cómo conseguir la felicidad. Sus investigaciones le llevaron a cruzar mares y continentes hasta que descubrió que en la tierra no existía respuesta a sus preguntas. Nuestro protagonista viajó al Reino de los Cielos, que no es la peli de Orlando Bloom, sino el lugar del cielo donde van las almas de los fallecidos que han sido buenas en sus vidas.
El Principe llegó deprisa, la mayor ventaja de ir al cielo es que no tienes problemas de tráfico, poca es la gente que va, así que no hay aglomeraciones. Aclarar que el viaje de nuestro protagonista no era para siempre, El Príncipe estaba de paso, había conseguido chotearse de las leyes místicas para conseguir un billete de ida y vuelta al cielo ¿Cómo lo consiguió? Ese será otro cuento, de momento centrémonos en este.
A lo que íbamos, el príncipe llamó a las puertas del cielo rítmicamente y oyó una voz que murmuraba “Estoy hasta los cojones de los graciosos que llaman tarareando la canción de Bob Dylan”, el portero abrió la puerta, miró a nuestro príncipe de arriba abajo e hizo un silencio -¿Qué desea?- preguntó al rato.
-Soy El Príncipe y deseo entrar en el cielo- contestó
-Nos ha jodido, te creerás muy especial por querer eso.- El portero miró una pequeña lista que llevaba encima y dijo –no estás en la lista, tenía un Prince, pero está tachado y mi ayudante dibujó un símbolo raro, pero yo no lo entendía, así que taché el símbolo y escribí “el artista antes conocido como Prince”-
-Si no aparezco en tu lista es porque todavía no estoy muerto- replicó el príncipe –vengo de paso-
El portero miró su lista -… esto es nuevo, los de abajo ya han vuelto a hacer cambios sin avisar, malditos dogmas-
-No, me he choteado de las leyes místicas un momento porque necesito hablar con el Gran Espíritu- dijo el Príncipe
El portero extrañado contestó -¿… Y como has conseguido esa hazaña?-
-Eso es otro cuento- dijo el Príncipe y se adentró dignamente.
El Príncipe llegó a una pequeña sala de espera en la cual vio una seña inequívoca de que se encontraba en el cielo: Las revistas no eran atrasadas. Al poco de estar esperando una señorita le llamó a adentrarse por una puerta, el príncipe se levantó, se cruzó la capa por delante del pecho como solo un príncipe sabe hacer y caminó al interior.
-Buenos Días, ¿Que desea?- preguntó la señorita
El príncipe contestó “Buenas Tardes”, nuestro protagonista además de bajito, feo y egoísta le gustaba llevar la contraria, esperó un poco para que la mujer osase corregirle y al no obtener respuesta prosiguió.
-Vengo a ver a El Gran Espíritu-
-Yo soy el Gran Espíritu- le contestó la mujer.
-He venido hasta aquí porque tengo una gran pregunta que hacerle…- El Príncipe ya había leído este blog anteriormente y conocía el sentido del humor del narrador, así que no se extraño de que El Gran Espíritu fuese una mujer.
-Por cierto- le interrumpió El Gran Espíritu –es extraño que recibamos visitas-
-No es extraño, poned más fácil el acceso coñe, ¡Que para cumplir todas vuestras normas hay que ser una puta piedra!-
-No me refiero a eso, me refiero a visitas temporales como la vuestra, os pediría que me contaseis vuestra odisea… aunque bueno, eso ya sería otro cuento, ¿no?- dijo Ella.
-Efectiviwonder, veréis el motivo de mi viaje es hacerle una gran pregunta…-
-¿No queréis sentaros?- interrumpió El Gran Espíritu
-No gracias, mi viaje ha sido cómodo y no estoy cansado- contestó El Príncipe –Vereis la gran pregunta que quiero hacerle es…-
-¿Una taza de té?- volvió a interrumpirle.
-No gracias, no es la hora del té- El Príncipe esta vez contestó más exasperadamente, comprendió que sus preguntas no eran por amabilidad, sino que El Gran Espíritu se divertía vacilándole. El Príncipe se preguntaba porque esa actitud, si por haberse pasado por el forro sus leyes místicas sobre como llegar a este lugar, si por haber criticado sus normas para ir al cielo o simplemtente por haberle contestado “Buenas Tardes” en lugar de “Buenos Días”. El Príncipe prosiguió –Me gustaría saber cual es el secreto de la felicidad-
El Gran Espíritu caminó hacia una cómoda butaca, cruzó una pierna por encima de la otra, junto las yemas de sus dedos y contestó: -Tratar bien y respetas a todas y cada una de las personas de la tierra, con buenos actos serás recompensado con la felicidad-
-Hablo en serio-
-Yo también- aclaró El Gran Espíritu con una sonrisa.
-Mmmpf- refunfuñó El Príncipe –¿Eso implica estar cerca de los enfermos?-
-Sí-
-¿Cuidar de los niños?
-Sí-
-¿Tocar ancianos?
-Sí-
Esta última afirmación el Gran Espíritu la acompañó con una amplia sonrisa, El Príncipe entendió por primera vez el significado de la expresión “una sonrisa de oreja a oreja”, si El Gran Espíritu usase gafas podría haberse mordido las patillas sin ingun problema.
-¿… Y tendré la felicidad eterna?- inquirió nuestro protagonista.
-No solamente cada día que pases serás más feliz que el anterior, sino que además en caso de fallecer vendrías al cielo automáticamente- aclaró ella.
-… ¿… Y tengo que tocar ancianos?- El Príncipe, mientras decía estas palabras, puso una cara de repugnancia exagerada igual que sincera.
-Sí-
En esta última afirmación El Príncipe vió un rasgo claro de divinidad en ella; tenía la dentadura completamente perfecta, pudo observar que sus muelas del juicio habían salido sin ningún tipo de problemas; eso sí que era una sonrisa.
-mmm… gracias por la información- dijo El Príncipe, el cual por fin había encontrado la respuesta que buscaba; el problema era que no le molaba. Prosiguió hablando –Ha sido un placer verle, me tengo que marchar, Buenos Días-
-Buenas Tardes- contestó ella.
El príncipe salió de la habitación dispuesto a buscar un sistema para encontrar la felicidad más de su agrado… ¿Dónde encontrarlo?.
[Nota: He tenido problemillas con la imagen que acompaña a ese capiítulo, en algún momento lo editaré y la pondré; ahora mismo creo que debería estar estudiando el examen que tengo mañana]
Erase una vez que se era, en un reino muy muy lejano… ¿Sabes dónde está Lugo?, pues este reino estaba lejos de Lugo, así que imagínate lo lejos que estaba el reino este. En su castillo vivía un príncipe, en los cuentos de hadas normalmente estas personas son altas atractivas y de buen corazón; este no es un cuento de hadas normal. El Príncipe, protagonista de nuestra historia, era bajito, feo y egoísta; en lugar de preocuparse por los acontecimientos que sucedían a sus lacayos, se pasaba las horas meditando sobre El Sentido de la Vida y el secreto de cómo conseguir la felicidad. Sus investigaciones le llevaron a cruzar mares y continentes hasta que descubrió que en la tierra no existía respuesta a sus preguntas. Nuestro protagonista viajó al Reino de los Cielos, que no es la peli de Orlando Bloom, sino el lugar del cielo donde van las almas de los fallecidos que han sido buenas en sus vidas.
El Principe llegó deprisa, la mayor ventaja de ir al cielo es que no tienes problemas de tráfico, poca es la gente que va, así que no hay aglomeraciones. Aclarar que el viaje de nuestro protagonista no era para siempre, El Príncipe estaba de paso, había conseguido chotearse de las leyes místicas para conseguir un billete de ida y vuelta al cielo ¿Cómo lo consiguió? Ese será otro cuento, de momento centrémonos en este.
A lo que íbamos, el príncipe llamó a las puertas del cielo rítmicamente y oyó una voz que murmuraba “Estoy hasta los cojones de los graciosos que llaman tarareando la canción de Bob Dylan”, el portero abrió la puerta, miró a nuestro príncipe de arriba abajo e hizo un silencio -¿Qué desea?- preguntó al rato.
-Soy El Príncipe y deseo entrar en el cielo- contestó
-Nos ha jodido, te creerás muy especial por querer eso.- El portero miró una pequeña lista que llevaba encima y dijo –no estás en la lista, tenía un Prince, pero está tachado y mi ayudante dibujó un símbolo raro, pero yo no lo entendía, así que taché el símbolo y escribí “el artista antes conocido como Prince”-
-Si no aparezco en tu lista es porque todavía no estoy muerto- replicó el príncipe –vengo de paso-
El portero miró su lista -… esto es nuevo, los de abajo ya han vuelto a hacer cambios sin avisar, malditos dogmas-
-No, me he choteado de las leyes místicas un momento porque necesito hablar con el Gran Espíritu- dijo el Príncipe
El portero extrañado contestó -¿… Y como has conseguido esa hazaña?-
-Eso es otro cuento- dijo el Príncipe y se adentró dignamente.
El Príncipe llegó a una pequeña sala de espera en la cual vio una seña inequívoca de que se encontraba en el cielo: Las revistas no eran atrasadas. Al poco de estar esperando una señorita le llamó a adentrarse por una puerta, el príncipe se levantó, se cruzó la capa por delante del pecho como solo un príncipe sabe hacer y caminó al interior.
-Buenos Días, ¿Que desea?- preguntó la señorita
El príncipe contestó “Buenas Tardes”, nuestro protagonista además de bajito, feo y egoísta le gustaba llevar la contraria, esperó un poco para que la mujer osase corregirle y al no obtener respuesta prosiguió.
-Vengo a ver a El Gran Espíritu-
-Yo soy el Gran Espíritu- le contestó la mujer.
-He venido hasta aquí porque tengo una gran pregunta que hacerle…- El Príncipe ya había leído este blog anteriormente y conocía el sentido del humor del narrador, así que no se extraño de que El Gran Espíritu fuese una mujer.
-Por cierto- le interrumpió El Gran Espíritu –es extraño que recibamos visitas-
-No es extraño, poned más fácil el acceso coñe, ¡Que para cumplir todas vuestras normas hay que ser una puta piedra!-
-No me refiero a eso, me refiero a visitas temporales como la vuestra, os pediría que me contaseis vuestra odisea… aunque bueno, eso ya sería otro cuento, ¿no?- dijo Ella.
-Efectiviwonder, veréis el motivo de mi viaje es hacerle una gran pregunta…-
-¿No queréis sentaros?- interrumpió El Gran Espíritu
-No gracias, mi viaje ha sido cómodo y no estoy cansado- contestó El Príncipe –Vereis la gran pregunta que quiero hacerle es…-
-¿Una taza de té?- volvió a interrumpirle.
-No gracias, no es la hora del té- El Príncipe esta vez contestó más exasperadamente, comprendió que sus preguntas no eran por amabilidad, sino que El Gran Espíritu se divertía vacilándole. El Príncipe se preguntaba porque esa actitud, si por haberse pasado por el forro sus leyes místicas sobre como llegar a este lugar, si por haber criticado sus normas para ir al cielo o simplemtente por haberle contestado “Buenas Tardes” en lugar de “Buenos Días”. El Príncipe prosiguió –Me gustaría saber cual es el secreto de la felicidad-
El Gran Espíritu caminó hacia una cómoda butaca, cruzó una pierna por encima de la otra, junto las yemas de sus dedos y contestó: -Tratar bien y respetas a todas y cada una de las personas de la tierra, con buenos actos serás recompensado con la felicidad-
-Hablo en serio-
-Yo también- aclaró El Gran Espíritu con una sonrisa.
-Mmmpf- refunfuñó El Príncipe –¿Eso implica estar cerca de los enfermos?-
-Sí-
-¿Cuidar de los niños?
-Sí-
-¿Tocar ancianos?
-Sí-
Esta última afirmación el Gran Espíritu la acompañó con una amplia sonrisa, El Príncipe entendió por primera vez el significado de la expresión “una sonrisa de oreja a oreja”, si El Gran Espíritu usase gafas podría haberse mordido las patillas sin ingun problema.
-¿… Y tendré la felicidad eterna?- inquirió nuestro protagonista.
-No solamente cada día que pases serás más feliz que el anterior, sino que además en caso de fallecer vendrías al cielo automáticamente- aclaró ella.
-… ¿… Y tengo que tocar ancianos?- El Príncipe, mientras decía estas palabras, puso una cara de repugnancia exagerada igual que sincera.
-Sí-
En esta última afirmación El Príncipe vió un rasgo claro de divinidad en ella; tenía la dentadura completamente perfecta, pudo observar que sus muelas del juicio habían salido sin ningún tipo de problemas; eso sí que era una sonrisa.
-mmm… gracias por la información- dijo El Príncipe, el cual por fin había encontrado la respuesta que buscaba; el problema era que no le molaba. Prosiguió hablando –Ha sido un placer verle, me tengo que marchar, Buenos Días-
-Buenas Tardes- contestó ella.
El príncipe salió de la habitación dispuesto a buscar un sistema para encontrar la felicidad más de su agrado… ¿Dónde encontrarlo?.
[Nota: He tenido problemillas con la imagen que acompaña a ese capiítulo, en algún momento lo editaré y la pondré; ahora mismo creo que debería estar estudiando el examen que tengo mañana]
9 comentarios:
Me encantan los cuentos, aunq este es un poco raro! :P
Esperamos con impacienciala solución.Un camino mas cómodo ¡mola¡
¡capítulo dos!¡capítulo dos, porfi!
Osea que yo por estudiar enfermeria y tocar ancianos ya voy al cielo... ke de puta madre!
Riete del catolicismo!
Pero se refiere a tocarlos pudicamente con ansias sexuales o solo toques furtivos en busca de la gloria?
Eres un jodido Crack!
Un gran abrazo Soweto!
bueno... y la segunda parte llega o no llega?
Tranquilos fans de la buena literatura, por suerte el cuento ha cambiado y el destino de El Príncipe ahora mismo resulta bastante incierto.
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